La adicción a la acción

Después de una larga semana de trabajo,  por fin llega el fin de semana. Es hora de relajarse. Relajarse y no hacer nada. Sin embargo,  has organizado tres citas sociales,  dos actividades deportivas con los niños, propósito de  ordenar el trastero y otros cuatro planes que te mantendrá activo durante todo el  fin de semana.

¿Te suena? Es un ejemplo de la adicción a la acción.

En parte esta adicción, esta causada por desequilibrios de sustancias químicas en nuestro cerebro. La dopamina es el principal responsable de esta acción constante. La dopamina es altamente adictiva, producida naturalmente como una recompensa, cuando se libera en el cerebro, nos proporciona un sentido de disfrute a corto plazo, relajación y gratificación.  Cada vez que realizamos alguno de nuestros planes, se libera dopamina. Nos sentimos bien. Aunque sea por un momento. Entonces el cerebro ansía otra dosis. Mas acciones. Y con el tiempo estamos atrapados en un círculo vicioso de acción y recompensa. La adicción a la acción está en el “hacer”.

Perseguimos objetivos a corto plazo

La consecuencia de la adicción a la acción es que estamos constantemente persiguiendo metas a corto plazo (cosas que hay que hacer), perdiendo así de vista nuestros propósitos a largo plazo, lo que realmente da sentido a nuestra vida.

Evitamos enfrentarnos a nuestra vida, nuestras emociones.

Como nos mantenemos ocupados con continuas tareas, importantes o no, evitamos enfrentarnos la vida, evitamos conectar con nosotros mismos, con lo que sentimos, con nuestras emociones. Mantenemos una distancia segura y cómoda con temas que a veces nos resultan los difíciles de llevar. No hay tiempo para pensar en lo que sentimos, en lo que realmente queremos.

Si estamos ocupados y estresados, somos importantes.

Hoy en día tendemos a estar ocupados, sobrecargados de trabajo y tal vez estresados. Es parte de nuestra identidad.  Si estamos estresados, es porque estamos comprometidos, nos esforzamos y trabajamos duro, somos productivos. Está en el ADN de nuestras sociedades modernas. A veces tenemos la sensación de que, si no estamos ocupados y estresados, no estamos trabajando lo suficiente. Algo está mal con nosotros.

Y en toda esta vorágine, en este HACER continuo, ¿nos sentimos bien? ¿es la vida que queremos?

Te animo a que pruebes a pararte tan solo a “estar”, sin hacer absolutamente nada.  Solo durante unos minutos, centrarnos en nuestro cuerpo o nuestra respiración, alejándonos de las recompensas y gratificaciones inmediatas que obtenemos de la acción. ¿Eres capaz de sentir calma y tranquilidad?

La meditación nos enseña a permanecer atentos y presentes a cada instante, a descubrir a vivir esta vida de un modo más sabio. Pruébalo, podemos llegar a experimentar la realidad de una forma diferente, de no tener que HACER, de dar espacio del SER.

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