Uno de los modelos más comunes que utilizamos para explicar el proceso del aprendizaje es el modelo de las cuatro fases, parece que esta idea tiene sus orígenes en la cultura de formación empresarial humanista y pos-humanista de los EEUU a finales de los años 70, aunque últimamente aparece revindicada a la PNL (Programación Neurolingüística)
Pongamos un ejemplo para entenderlo mejor, aprender a conducir.
Fase 1 – Incompetencia inconsciente
No sólo ignoras lo que hay que hacer, sino que tampoco tienes ninguna experiencia de ello. Esta es la etapa de la ‘ignorancia dichosa’, la conducción de un coche es un misterio.
Fase 2 – Incompetencia consciente
Ahora sé lo que no sé. Te has sentado en el volante de un coche y no tardan en surgir los problemas. Esta etapa exige toda su atención consciente.
. Fase 3 – Competencia Consciente
Sé lo que sé. Hay que pisar el embrague al cambiar de marcha, intermitentes, retrovisores… Necesitas toda tu atención y concentración para ser capaces de hacerlo.
Fase 4 – Competencia Inconsciente
Hemos interiorizado el conocimiento de esa habilidad, se convierte en una serie de hábitos automáticos y podemos escuchar la radio, mirar el paisaje o mantener una conversación mientras conducimos.
Nuestra incompetencia inconsciente a la hora de empezar a conducir un coche está muy clara, necesitamos un carnet de conducir y para ello hay que pasar un examen, nuestras habilidades serán valoradas y reconocidas objetivamente por una tercera parte, pero y ¿si esta legitimación de nuestras competencias no existe o no es necesaria?
David Dunning, profesor de psicología social de Cornell, tras leer una noticia por la que un hombre, sin máscara alguna, robo dos bancos a plena luz del día ya que confiaba en que aplicar jugo de limón sobre su rostro, le haría invisible a las cámara. Decidió investigar si sería posible que mi propia incompetencia, me hiciera inconsciente de esa misma incompetencia.
Para averiguarlo, embarcó a su estudiante Justin Kruger en una investigación, con el fin de hallar una respuesta. Lo que encontraron, les dejó sorprendidos.
Se realizaron estudios con estudiantes de psicología, se definieron diferentes áreas : Humor (“habilidad para reconocer lo que es gracioso”), Gramática y Razonamiento Lógico. Se le preguntó a cada participante cómo estimaba su competencia en cada uno de los campos, y luego, se le sometió a un test, para poner a prueba su competencia real.
Se compararon los resultados, para ver si había algún tipo de correlación y se dieron cuenta que mientras más incompetente era la persona, menos notaba su incompetencia, y que mientras más competente era, más subvaloraba su competencia.
Como resumen se determinó que para una habilidad o área de conocimiento, los individuos incompetentes:
- Son incapaces de reconocer su propia incompetencia.
- Son incapaces de reconocer las habilidades de los más experimentados.
- Si se les entrena para mejorar sus habilidades, pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa.
Pensemos cuantas situaciones de la vida obedecen a este fenómeno. Personas que alardean de lo que saben, de sus capacidades y habilidade. O cuando los expertos presentan análisis y valoraciones mesuradas sobre los problemas, mientras la gente desinformada cree tener soluciones absolutas y rápidas al mismo. O cuando todos ejercemos de médicos, coachs o psicólogos.
Seamos conscientes, todos tenemos un grado de incompetencia, porque todos somos carentes de algunas habilidades y podemos mejorar siempre. El error consiste en olvidar ese hecho.
María Fernández de la Riva
Psicóloga clínica M-29020
Tfno. 639 40 74 93