La Flexibilidad Psicológica es la habilidad que tiene una persona de conectar con las experiencias que surgen en cada momento sin necesidad de escapar de ellas y ajustar la conducta a lo que requiera la situación para poder dirigirse en dirección a sus valores. Como vemos la flexibilidad psicológica dota a la persona de la libertad para orientar su vida acercándose a lo que es valioso y no actuar escapando de los eventos aversivos.

Aquí os dejo la metáfora del roble y la espiga, elige lo que quieras ser.

Durante toda una tarde, el viento soplaba fuerte. Tanto fue así que un roble y una espiga respondieron ante el mismo de forma diferente. Mientras el roble se hacía más rígido, la espiga aprovechaba la dirección del viento para adaptarse a las condiciones adversas de las inclemencias climáticas.

Después de varios años soportando fuertes tormentas, el roble pasó de ser un árbol flexible a desarrollar una postura más rígida. Tantos años de condiciones climáticas adversas le habían convertido en un ser más duro, pero también en un ser arrogante. Por su parte, la espiga entendió que no podía controlar esa situación –aceptación- y optó por una postura flexible.

Mientras que el roble renegaba del viento e iba en contra del mismo, se decía lo que sus padres le habían enseñado: “tú eres roble y aristócrata”, “de ninguna manera vas a ceder”, “jamás debes mostrarte débil ante el enemigo”, “no pienses en el miedo y no lo sentirás”, “el viento jamás debe percatarse de tus temores”.

Por su parte, la espiga adoptó una actitud más humilde. Sabía que el viento era poderoso y pedía consejo a otras espigas para obtener mayor conocimiento sobre cómo actuar ante esas situaciones. Además de observar al viento, no ocultaba sus temores. Respiraba ante la adversidad.

El roble, que no entendía a la espiga, la miraba con menosprecio mientras la espiga lo miraba con admiración. En una ocasión, la tormenta duró toda la noche y el viento sopló como nunca antes lo había hecho. Ambos actuaron, como solían hacer: el roble con rigidez y la espiga con mayor flexibilidad, hasta poner al límite sus recursos.

En un momento, las rachas de viento eran tan fuertes que el roble no pudo más y con un grito de dolor, el tronco se dobló y quedó partido en dos. La espiga, con su flexibilidad, cedió tanto que se quedó literalmente, pegada en el suelo. Cuando la luz del sol amaneció, el roble fue testigo de cómo la espiga recuperaba su forma. Con el paso de los días, surgieron nuevos brotes en el suelo. Solo el tiempo dirá si son robles o son espigas.

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